miércoles, 18 de enero de 2012

Más Allá del Antropocentrismo

by John Seed from THINKING LIKE A MOUNTAIN - TOWARDS A COUNCIL OF ALL BEINGS
By John Seed, Joanna Macy, Pat Fleming, Arne Naess.
New Society Publishers, Philadelphia, USA. 1988

Translated by Azucena Garca 5/04. The rest of this book will be slowly translated and we are looking for a Spanish language publisher

“Antropocentrismo” u “homocentrismo” quiere decir chovinismo humano. Es similar al sexismo, pero sustituye al “hombre” con “raza humana” y a la mujer con “todas las otras especies”. El chovinismo humano, la idea de que los humanos son la corona de la creación, la fuente de todo valor, la medida de todas las cosas, está profundamente arraigado en nuestra cultura y conciencia.

El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados.

Cuando los humanos investigan y logran ver a través de sus capas de auto-apreciación antropocéntrica, empieza a ocurrir un cambio muy profundo de conciencia. El aislamiento disminuye. El humano deja de ser un ser externo, aparte. Reconoces tu humanidad como meramente la etapa más reciente de tu existencia, y conforme dejas de identificarte exclusivamente con este capítulo, empiezas a hacer contacto contigo mismo como mamífero, como vertebrado, como una especie que recién emergió del bosque tropical. A medida que se dispersa la neblina de la amnesia, ocurre una transformación en tu relación con otras especies, y en tu compromiso con ellas.

Lo que aquí se describe no debe verse como algo meramente intelectual. El intelecto es uno de los puntos de entrada para dicho proceso, y el más fácil de comunicar. Para algunas personas, sin embargo, este cambio de perspectiva se da luego de llevar a cabo acciones a nombre de la Madre Tierra. El “Estoy protegiendo el bosque tropical” evoluciona en “Soy parte del bosque tropical que me protege. Soy esa parte del bosque tropical que recientemente empezó a tener conciencia” ¡Qué alivio! Ya se acabaron los miles de años de separación imaginada y empezamos a recordar nuestra verdadera naturaleza. Esto es, el cambio es espiritual, empezamos a pensar como una montaña , lo que a veces se denomina ecología profunda.

Soy esa parte del bosque tropical que recientemente empezó a tener conciencia.

Conforme mejora tu memoria, conforme las implicaciones de la evolución y de la ecología se internalizan y reemplazan las estructuras antropocéntricas obsoletas de tu mente, se va dando una identificación con toda la vida. Lo que sigue es el darse cuenta de que la diferencia entre “vida” y “sin vida” es una fabricación humano. Cada átomo en este cuerpo existía antes de que la vida orgánica emergiera hace 4,000 millones de años. ¿Recuerdas nuestra infancia como minerales, como lava, como piedras? Las piedras contienen el potencial de entretejerse a si mismas en cosas como ésta. Somos las piedras que danzan. ¿Porqué las vemos por encima del hombro con un aire tan condescendiente? Son nuestra parte inmortal.

Si nos embarcamos en este viaje interno, podemos encontrar, al regresar a la realidad de hoy día, que nuestras acciones a nombre del medio ambiente se purifican y fortalecen por tal experiencia.

Hemos encontrado un nivel de nuestro ser que no puede ser corrompido por la polilla, el óxido, el holocausto nuclear o la destrucción del banco genético del bosque tropical. El compromiso de salvar al mundo no disminuye con esta nueva perspectiva, aunque el miedo y la ansiedad, que son parte de nuestra motivación, empiezan a disiparse para ser reemplazados con una actitud un tanto desinteresada. Actuamos porque la vida es la única opción, y las acciones que provienen de una conciencia desinteresada y con menos apegos pueden ser más efectivas. Los activistas a menudo no tienen mucho tiempo para practicar la meditación. El espacio desinteresado que encontramos aquí puede ser similar a la meditación. Algunos maestros de meditación están adoptando la ecología profunda y viceversa . Se estima que hoy día existen menos de una de cada cien especies de todas las que han existido. El resto está extinto.

Somos las piedras que danzan.

Conforme cambia el medio ambiente, cualquier especie que no sea capaz de adaptarse, cambiar, evolucionar, se extingue. Toda la evolución sucede de esta manera. De esta forma, un pez privado de oxigeno, ancestro tuyo y mío, empezó a colonizar la tierra.

La especie humana es una en millones amenazadas por la extinción inminente provocada por la guerra nuclear y otras causas ambientales. Y mientras que es verdad que la “naturaleza humana” revelada por 12,000 años de historia escrita no ofrece mucho aliento de que podamos cambiar nuestras costumbres bélicas, ambiciosas, e ignorantes, la historia fósil que es mucho más larga nos asegura que podemos cambiar. Somos los peces, y todos los otros triunfos de la flexibilidad que desafían a la muerte y que nos son revelados a través del estudio de la evolución. Esto nos garantiza una cierta confianza (a pesar de nuestra reciente “humanidad”). Desde este punto de vista, la amenaza de la extinción aparece como una invitación a cambiar, a evolucionar. Después de un breve respiro de la mano del alfarero, henos aquí de nuevo sobre la rueda. El cambio que se requiere de nosotros no es una nueva resistencia a la radiación, sino un cambio de conciencia. La ecología profunda es la búsqueda de una conciencia viable. Ciertamente que la conciencia emergió y evolucionó de acuerdo a las mismas leyes que todo lo demás. Moldeada por las presiones ambientales, la mente de nuestros ancestros posiblemente se vio forzada a trascenderse a sí misma una y otra vez.

Para sobrevivir a nuestras presiones ambientales actuales, debemos recordar de manera conciente nuestra herencia evolutiva y ecológica. Debemos aprender a “pensar como una montaña”.

La amenaza de la extinción es la mano del alfarero que moldea todas las formas de vida.

Si hemos de estar abiertos a evolucionar hacia una nueva conciencia, debemos enfrentar de lleno nuestra inminente extinción (la verdadera presión ambiental). Esto significa reconocer esa parte de nosotros que no quiere ver la verdad, que se oculta de la desesperanza del humano en la intoxicación o en la ocupación, cuya carrera de 4,000 millones de años ya está recorrida, cuya vida orgánica está a apenas un milímetro de terminar. Una perspectiva biocéntrica, el darse cuenta de que las piedras bailarán, y que las raíces son más profundas que 4,000 millones de años, nos puede dar el valor de enfrentar la desesperanza y lograr una conciencia más viable, una que sea sostenible y que vuelva a estar en armonía con la vida.

Proteger algo tan ancho como este planeta es todavía una abstracción para muchos. Sin embargo, veo el día en nuestra vida en que la reverencia por los sistemas naturales—los océanos, los bosques tropicales, el suelo, los pastizales y todas las otras cosas vivientes—sea tan fuerte que ninguna ideología estrecha basada en la política o economía sea capaz de superarla.

Como Arne Naess, el “padre” de la ecología profunda, hace notar, “La esencia de la ecología profunda es plantearse preguntas más profundas...” Nos preguntamos cuál sociedad, cuál educación y cuál religión es benéfica para toda la vida en el Planeta como un todo.

Cuando piensas como una montaña, piensas también como el oso negro, de tal forma que la miel se resbala por tu pelaje mientras tomas el autobús para ir a trabajar.

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texto tomado de:
http://www.rainforestinfo.org.au/deep-eco/Spanish/antropocentrismo.htm

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