¿Cuántos hijos tener?
Este texto, realmente, fue un reto. Es un debate que va más allá de decidir en términos personales cuántos hijos tener o cómo hacer para reducir nuestra huella ecológica. Es un tema para pensar qué estamos haciendo cómo sociedad, qué hacen nuestros gobiernos y en qué momento nos vamos a dar cuenta de que el futuro nos va a alcanzar. (Publicado en QUO. Junio 2011)
¿La plaga humana?
El humano 7 mil millones está por nacer. ¿Homo sapiens es una plaga que se ha apoderado de la Tierra?
Convencido de que la raza humana es nociva para la Tierra, Les Knight solicitó a los 25 años que le practicaran una vasectomía. Hoy vive en Portland, Oregón, donde fundó el Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria (VHEMT, por sus siglas en inglés). Él y sus adeptos son vehementes por la pasión con la que defienden su posición: “Vive una larga vida y desaparece”.
Calificados por sus críticos como “traidores” de la raza humana, esta corriente pacífica plantea la desaparición de la humanidad a partir de que Homo sapiens deje de reproducirse. Desde que Knight tomó su decisión han pasado casi 40 años, tiempo en el que la población ha crecido de 4 mil millones de personas a casi 7 mil millones.
En cuatro décadas, la actuación del hombre sobre el planeta ha provocado la pérdida de 40% de las poblaciones de especies vertebradas terrestres, marinas y de agua dulce en el planeta, de acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés). La agricultura provoca 90% de la deforestación, 50% del consumo de agua dulce y 30% de la emisión de gases efecto invernadero. Aún así, 30% de la producción mundial de alimentos se tira y persiste la hambruna en al menos 1,000 millones de personas viviendo en extrema pobreza, especialmente en África.
La WWF estima que la población humana utiliza el equivalente a 1.5 planetas para satisfacer sus necesidades, es decir por encima de los recursos que el planeta es capaz de bio-regenerar en un año. Se trata de un cálculo matemático cuestionable, como aceptó recientemente el mismo Jason Clay, vicepresidente de transformación de mercados del WWF, aceptó recientemente en la reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS por sus siglas en inglés). Sin embargo, la alerta es que vivimos por encima de la capacidad del planeta. “Nos comemos los recursos naturales y luego nos vamos como orugas”, señaló.
¿Es que el humano se ha convertido en una especie de plaga para sí mismo? Knight responde tajante: “No lo veo de esa manera. Aunque quizá podría verse así, por lo que estamos haciendo como especie”.
Multiplicaos… ¿sin límite?
La Real Academia Española define plaga como “aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causan graves daños a poblaciones animales o vegetales, como, respectivamente, la peste bubónica y la filoxera”.
El libro del Éxodo de la Biblia hace referencia a las 10 plagas con las que Dios castigó al pueblo egipcio para que su faraón liberara a los hebreos. Primero, la escasez de agua y alimentos cuando las aguas del río Nilo se convirtieron en sangre y murieron los peces. Luego, una sobrepoblación “repentina” de ranas, seguida por invasiones de insectos como mosquitos, tábanos y langostas. También mandó enfermedades como peste, ulceras y tumores, además de desastres naturales como granizo y tinieblas. La décima fue la muerte de los primogénitos de todo ser vivo. El significado de la palabra latina “plaga” hace referencia precisamente a golpe, llaga o herida…
En Biología, el concepto aceptado para este término se refiere específicamente a los insectos que provoquen afectación económica en los cultivos agrícolas.
Las langostas, por ejemplo, de la familia de los saltamontes o chapulines, se caracterizan por reproducirse tan rápidamente que constituyen comunidades capaces de acabar con la vegetación de grandes extensiones de terreno. Tienen la posibilidad de comer la misma cantidad de alimento que 10 elefantes ó 2 mil 500 hombres; pueden matar, por hambruna, a millones de personas. Por ser aladas, las langostas tienen mayor capacidad destructiva que los chapulines. A ambos se les controla con químicos de contacto que provoca la muerte del insecto en 10 minutos y que por su rápida degradación no daña los cultivos. Sin ese control, la plaga viajaría de cultivo en cultivo y eventualmente moriría por la falta de alimento o al cumplir su ciclo de vida. El problema serán los huevecillos que dejaron en cada parada, hasta 130 por individuo, que en caso de tener las condiciones adecuadas de incubación crearán nuevas poblaciones igual de hambrientas y voraces.
Los entomólogos o especialistas en insectos explican que al hablar de “plaga” se hace referencia a un concepto antropogénico; por sí mismas las plagas no existirían: vienen de la mano con la agricultura y lo son en función del daño que causan a las reservas alimenticias destinadas para consumo humano.
En el caso de las cucarachas, por ejemplo, cuando hay cien en una casa, pueden considerarse plaga; no así para un granero, donde se requerirían mil para poder ser catalogadas como tal. Aún así, si se estima la cantidad de alimento que comen estos insectos resulta que es relativamente poco como para dañar el abastecimiento del hombre, pero al ser portadoras de patógenos podrían contaminar los alimentos que consumimos, explica Jorge Ibarra, entomólogo del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional.
En el artículo “Las diez plagas de Egipto y la undécima en México: la plaga del nopal”, María Mandujano, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM, explica los diferentes tipos de plagas conocidas por la humanidad, antes de referirse a una palomilla que ataca a ese cactus. Entonces lanza una reflexión: “El ser humano en sí mismo, en relación con el medio ambiente, puede considerarse una plaga”.
Vía corre electrónico, Mandujano explica que es tan interesante como arriesgado proponer al hombre como una plaga per se. “El problema radica en que el hombre mismo tendría que plantearse como plaga (quién te define) y siempre tenemos el riesgo de que todas las plagas requieren de un ‘control’; podríamos terminar en un punto delicado del exterminio de razas o de visiones ecologistas de ultra”, advierte.
Consumismo rapaz
El 12 de octubre de 1999, el bebé “simbólico” 6 mil millones nació en la antigua Yugoslavia. El 19 de diciembre de 2005, nació en Asia el niño 6 mil 500 millones, según el Instituto Francés de Estudios Demográficos. Hacia la segunda mitad de este año se espera que nazca el habitante 7 mil millones.
Al nacer, un ser humano mide en promedio 50 centímetros y pesa de 2.5 a 4 kilogramos; a diferencia de otras especies, no desarrollará pelambre que lo proteja del frío, ni garras o colmillos para alimentarse, no alas para volar o bronquios para nadar bajo el agua; no obstante, ese recién nacido es potencialmente la especie más depredadora del planeta. A diferencia de otras especies, la razón y la inteligencia de Homo sapiens le han permitido volar, sumergirse en el océano, guarecerse del frío o del calor y comer cualquier tipo de carne o vegetales. “Somos una especie que ha logrado un desarrollo intelectual que nos ha permitido transformar la naturaleza de manera muy intensa y con impactos muy importantes”, señala Gian Carlo Delgado, investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
Especialista en Ciencias Ambientales, autor de una docena de libros sobre análisis geoeconómicos y geopolíticos del agua y la energía, Delgado explica que el ser humano ha logrado desarrollar máquinas y herramientas que le permiten tener consumos energéticos y materiales de tales dimensiones que pone en riesgo el funcionamiento adecuado de los ciclos bioquímicos del planeta. “Se ha puesto en juego el escenario donde se va a dar la vida misma”, dice. “La discusión de los 70 sobre cuánta población puede soportar el planeta se refiere a bajo qué patrones de consumo y por cuánto tiempo. Podemos tener 20 mil millones de habitantes, pero según los patrones de consumo dependerá en cuánto tiempo se acabará el planeta”, advierte Delgado.
El volumen de población no tiene relación directa con el proceso de degradación del medio ambiente.
Se estima que en Estados Unidos -población 308 millones- la demanda de recursos naturales es de nueve hectáreas por persona. En México -112 millones- el consumo es de tres hectáreas per capita. La capacidad regenerativa del planeta es de 1.5 hectáreas globales (hag) por habitante. Actualmente, India tiene 1,000 millones de habitantes que consumen menos de 1.5 hag por cada uno; en China son 1,300 millones que consumen en promedio 2 hag por persona.
“Una persona en África impacta en el medio ambiente muchísimo menos que un habitante en Estados Unidos. El nivel de consumo es totalmente distinto”, comenta Diego Palacios, representante en México del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). “Si en los próximos 50 años, tenemos procesos de desarrollo que repliquen los niveles de consumo europeos o americanos, en países como China o India, eso sí va a tener un impacto grande en el medio ambiente. Ese es el debate, cómo lograr estilos de desarrollo sin repetir el perfil consumista”, advierte. El WWF estima que de continuar viviendo “más allá de los límites del planeta”, para 2030 se necesitaría la capacidad productiva de dos planetas enteros cada año. “Se requerirían 4.5 planetas para satisfacer la demanda de una población mundial cuyo estilo de vida fuera el mismo de un ciudadano promedio de los Estados Unidos”, dijo Jorge Rickards, director de Conservación de WWF-México. Dicho informe aclara que si la humanidad viviera como un ciudadano medio en India, entonces se utilizaría menos de la mitad de la biocapacidad del planeta.
En su libro La sexta extinción, el paleontólogo Richard Leakey advierte que el ser humano se ha convertido en uno de los mayores agentes catastróficos desde que un asteroide chocó contra la Tierra arrasando con la mitad de las especies. La acción del hombre sobre la naturaleza ha provocado que en promedio se pierdan 30 mil especies por año: ese índice equivale a la quinta gran extinción registrada en el planeta hace 65 millones de años, cuando los grandes reptiles desaparecieron.
“No se debe tener una imagen fatalista del crecimiento poblacional”, revira Palacios. “Sí hay implicaciones sociales, económicas y políticas, pero los seres humanos, los gobiernos y las sociedades tenemos elementos para encauzar adecuadamente ese crecimiento con base en nuestro principios y a favor de la sobrevivencia de la especie”.
“Uno puede ver en la estadística que hay un crecimiento exponencial de la población”, explica el representante del UNFPA. “Mi padre nació en 1929, cuando la población mundial era de 2 mil millones; ahora, él sigue vivo y ve un mundo que alcanza los 7 mil millones. Ese crecimiento ha sido significativo, pero también es cierto que la rapidez de ese crecimiento está cediendo”.
Cómo termina una plaga
La presencia del hombre en la Tierra se remonda a unos dos millones de años con la presencia delHomo hibilis, considerada la especie humana más primitiva que logró elaborar instrumentos. Hace solo unos 100 mil años con el Hombre de Neandertal logró perfeccionar el uso de utensilios y el manejo del fuego; el Homo sapiens surgió hace unos 30 mil años, con un salto cualitativo en el desarrollo del habla.
Si comparamos 100 mil años de vida de la especie humana con los tres millones de años que se calcula que Tyrannosaurus rex habitó el planeta, entendemos por qué Carl Sagan decía que a la historia de la humanidad correspondía solamente los últimos 10 segundos del calendario anual cósmico.
“En biológica una especie dura un millón de años y en ese tiempo se diverge en dos o más especies o se puede extinguir, pero el hombre, así como va, seguramente se va a extinguir solo”, explica el entomólogo Ibarra. “La especie humana, como tal, en términos evolutivos es joven, pero ya hizo muchos cambios tremendos en la naturaleza”.
En la actualidad, existe una red de 10 mil “vehementes” que participan activamente en foros de internet. Estiman que en el mundo hay millones de personas que por sí mismas han llegado a la conclusión de dejar de reproducirse.
“Pensamos que sería mejor para nuestra biosfera que no hubiera humanos y, aunque eso es improbable que pase, al menos hacemos pensar a la gente sobre nuestro lugar en la naturaleza”, dice el fundador del movimiento.
Es profesor en una escuela pública y aprendiz de español. Su novia quisiera tener un hijo, como hacen sus amigas, pero también ha reflexionado sobre lo que significa sumar una persona más a los miles de millones de habitantes. Contienen el deseo de procrear cuidando, de vez en vez, a los hijos de sus amigos.
Se le pregunta sobre los riesgos de que sean, precisamente, las personas con mayores capacidades cognoscitivas quienes decidan dejar de reproducirse, mientras los menos favorecidos continúen haciéndolo. Knight responde que no es un problema de inteligencia, sino de oportunidades.
En el sitio oficial del VHEMT, como prueba de inteligencia mínima para obtener una “licencia de procreación”, se pregunta a los usuarios si es “buena idea” replicarse cuando cada día 40,000 niños mueren de desnutrición y los recursos naturales se agotan. Knight insiste en que el movimiento apoya la adopción y la educación de la niñez. “Los niños pueden revertir la dirección de la civilización y comenzar a restaurar la biósfera terrestre”, dice e incluso invita a las parejas con hijos a sumarse al movimiento para no agregar nuevos nacimientos al planeta.
“Nuestra especie, Homo sapiens, se comporta de una manera desventajosa para otras especies. No creo que una sola especie, nosotros, tenga el derecho sobre otras de terminar su existencia, después de miles de años de evolución”, agrega Knight.
Los entomólogos han estudiado diversas formas para controlar a las plagas, desde pesticidas hasta otros animales como agentes naturales de control biológico. Valga nuevamente el ejemplo de la bíblica langosta, que aún en nuestros tiempos causa estragos en los cultivos en todos los continentes. Cuando la población es excesivamente alta se indican insecticidas, salvo para países como Marruecos o México, donde los chapulines se comen fritos, sazonados con sal y limón.
La resistencia a que el hombre sea definido como plaga, incluso para sí mismo, implica precisamente soluciones drásticas de control. “Quizá el concepto más adecuado es la capacidad de campo, la capacidad que tiene un determinado medio ambiente para soportar una población natural, porque ninguna especie puede sobrepasar esa capacidad”, dice Ibarra.
Antes, la misma naturaleza contenía el crecimiento poblacional con enfermedades. A mediados del siglo XIV se calcula que la Muerte Negra ocasionada por la peste bubónica, un tipo de pulmonía transmitido por una bacteria, mató a una tercera parte de la población en Europa. Hoy en día, un tratamiento de antibióticos durante siete días evita incluso la hospitalización del paciente.
“El hombre ha roto todas las reglas de la naturaleza”, agrega Ibarra. “Aún cuando su capacidad morfológica le impide habitar las zonas más frías del planeta, lo hace. Su capacidad cultural es lo que le ha permitido cambiar y modificar el medio ambiente. De la misma forma ha desarrollado técnicas extraordinarias para la alimentación y la habitación para hacer frente a las enfermedades que son lo que antes mantenía a las poblaciones del hombre a raya”.
En 1978, el economista y demógrafo británico Thomas Robert Malthus pronosticó que el crecimiento poblacional y la escasez de alimentos impedirían que el hombre sobreviviera más allá de 1950. Sin embargo, el sacerdote anglicano subestimó el desarrollo científico para procurar la producción masiva de alimentos.
Las alarmas volvieron a sonar casi 200 años más tarde, en 1972, cuando el llamado Club de Roma, una organización mundial de economistas, científicos y empresarios, dio a conocer el informe “The Limits to Growth” (Los límites al crecimiento), que advertía sobre el fin de los recursos no renovables, la contaminación fuera de control y la escasez de alimentos por el crecimiento demográfico.
Solamente en África siguen vigentes las visiones maltusianas sobre crecimiento poblacional con limitada disponibilidad de alimento, explica George Magnus, analista financiero de origen británico. El autor de La era del envejecimiento advierte sin embargo que el punto principal no es la oferta de alimentos en sí misma, sino la falta de medios y estructuras para cultivarlos, exportarlos y comprarlos.
Magnus agrega que, en comparación con la década de los años 70, la población se duplicó pero el consumo de agua se quintuplicó. Lanza algunos datos para la reflexión: la agricultura representa 70% del consumo de agua a nivel mundial; el pronóstico de crecimiento de la población mundial es de 50%, más de 9 mil millones de personas en 2050; sin embargo, tres de los mayores productores de granos del mundo, China, India y Estados Unidos, enfrentarán agudos desequilibrios de acceso a agua. “China, que tiene más de 20% de la población mundial, tiene solo 7% de las reservas de agua del mundo, ya está sufriendo estos problemas”, advierte. “En 2025, alrededor de 3 mil 500 personas vivirán en lugares donde el agua es escasa o está empezando a escasear”.
Hoy por hoy, los datos de escasez que ha presentado el Banco Mundial indican que más de mil millones de personas no tienen acceso a agua potable –en África subsahariana son dos de cada cinco personas– y más de 2 mil 500 millones carecen de servicios sanitarios básicos. Se calcula que las enfermedades relacionadas con agua insalubre provoca cinco millones de muertes cada año, la mitad de ellas en niños menores de cinco años.
Depredador con tecnología y conciencia
La biocapacidad de la Tierra y los efectos de la actividad humana como principal detonante del cambio climático han sido tema de discusión en los últimos foros internacionales. El debate se ha dirigido a analizar si hacia el año 2100 el calentamiento global logrará mantenerse en los niveles de seguridad para la población humana. El fenómeno no se detendrá en ese año. Los científicos prevén que hacia el año 2300 las temperaturas se incrementarán entre 10 y 12%, lo que ocasionará olas de calor que harán del planeta un lugar demasiado caliente para vivir.
Naciones Unidas también ha hecho proyecciones poblacionales al año 2300, previendo que la esperanza de vida será de 95 años y la población se estabilizará en 9 mil millones de habitantes, con un promedio de dos hijos por mujer. De acuerdo con esas estimaciones, India, China y Estados Unidos serán los países más populosos y en África vivirá 25% de la población mundial (actualmente es 15%). Más aún, los japoneses serán los más longevos y seguirán activos a los 106 años de edad.
Los vehementes dicen que no creen en el envejecimiento. Más aún, califican como “obsoleto” el concepto de necesitar gente joven para sostener a los ancianos con pensiones, pues el problema se solucionaría con una administración eficiente de los fondos de retiro.
Aunque no revela su edad, al fundador y vocero de este movimiento se le podrían calcular arriba de 60 años, pues tomó su decisión de “no procreación” en la década de los 70’s. Knight cuenta que su familia lo ha apoyado, pero tiene otros cuatro hermanos que sí optaron por reproducirse. “Mis padres hubieran preferido que les hiciera más nietos, pero ya tienen cuatro y esos a su vez ya han procreado, como la gente hace frecuentemente. La tasa de reemplazo ya llena nuestros picnics familiares”.
No hay más miembros del VHEMT en su familia, aunque dice que está haciendo progresos con los más jóvenes.
En los foros de discusión, los detractores de los “vehementes” apuestan a la nanotecnología como eventual solución que garantizará la sobrevivencia de la especie humana y proponen que aprendamos de los errores.
Esos “errores” hacen pensar si el humano efectivamente se ha comportado como un tipo de plaga, peste o enfermedad, incluso para sí mismo. “Una enfermedad o una plaga no tienen la compasión que los humanos tenemos”, señala Knight. “Tampoco tienen la capacidad de preocuparse y detener lo que estamos haciendo”.
El hombre provoca la extinción de 30,000 especies cada año.
Inferir, conjeturar, reflexionar son cualidades exclusivas de los seres humanos.
El uso de la razón nos distingue del resto de las especies animales. Nuestra capacidad de deducir algo de otra cosa, de formar juicio a partir de observaciones y nuestra capacidad de adelantarnos a los acontecimientos nos ha colocado en la cima de la escala biológica.
Pero la previsión del futuro conlleva un precio: un cierto desazón fatalista que, paradójicamente, nos ha permitido sobrevivir. La visión anticipada de la realidad nos permite adoptar medidas para impedir que se produzcan o magnifiquen innecesariamente las catástrofes.
El crecimiento poblacional de la humanidad se encuentra estrechamente ligado a la capacidad de consumo y a la explotación y aprovechamiento de los recursos naturales.
Su consumo racional, nunca mejor dicho, es la única estrategia viable para garantizar no solamente la permanencia de nuestra especie, sino la del ecosistema que nos aloja y nos provee. Si a pesar del don de la reflexión del que fuimos dotados actuamos como langostas, pasaremos a la historia como la plaga que agotó el planeta. Una historia que ya nadie podrá contar.
El uso de la razón nos distingue del resto de las especies animales. Nuestra capacidad de deducir algo de otra cosa, de formar juicio a partir de observaciones y nuestra capacidad de adelantarnos a los acontecimientos nos ha colocado en la cima de la escala biológica.
Pero la previsión del futuro conlleva un precio: un cierto desazón fatalista que, paradójicamente, nos ha permitido sobrevivir. La visión anticipada de la realidad nos permite adoptar medidas para impedir que se produzcan o magnifiquen innecesariamente las catástrofes.
El crecimiento poblacional de la humanidad se encuentra estrechamente ligado a la capacidad de consumo y a la explotación y aprovechamiento de los recursos naturales.
Su consumo racional, nunca mejor dicho, es la única estrategia viable para garantizar no solamente la permanencia de nuestra especie, sino la del ecosistema que nos aloja y nos provee. Si a pesar del don de la reflexión del que fuimos dotados actuamos como langostas, pasaremos a la historia como la plaga que agotó el planeta. Una historia que ya nadie podrá contar.
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