El Manifiesto por la Tierra
Redactado por Ted Mosquin y J. Stan Rowe
Traducido por Carlos Serrano
Traducido por Carlos Serrano
Este manifiesto fue publicado en la publicación trimestral 'Biodiversity' Volumen 5, No. 1, páginas 3 a 9, enero/marzo 2004.
Preámbulo
Muchos movimientos artísticos y filosóficos han producido manifiestos, proclamando verdades que para sus autores eran tan evidentes como los cinco dedos de su mano. Este manifiesto también afirma verdades claras en sí mismas, tan obvias para nosotros como las cinco partes (tierra, aire, agua, fuego/luz y organismos) del maravilloso ambiente en que vivimos, nos movemos y existimos. Este manifiesto está centrado en la Tierra. Desplaza el centro del valor de la humanidad a la ecosfera que lo envuelve: esa red de estructuras y procesos orgánicos/inorgánicos/simbióticos que constituyen el planeta Tierra.
La ecosfera es la matriz dadora de vida que envuelve a todos los organismos, íntimamente entrelazada con ellos en la historia de la evolución desde el comienzo de los tiempos. Los organismos son hechos de aire, agua y sedimentos, que a su vez llevan rastros orgánicos. La composición del agua marina es mantenida por organismos que también estabilizan la improbable atmósfera. Las plantas y animales formaron la roca base de montañas cuyos sedimentos están en nuestros huesos. Las falsas divisiones que hemos hecho entre lo vivo y lo no vivo, lo biótico y lo abiótico, lo orgánico y lo inorgánico, han puesto en peligro la estabilidad y potencial evolutivo de la ecosfera.
El experimento humano de 10.000 años de vivir a expensas de la naturaleza, culminando en la globalización económica, está fallando. La razón principal es que hemos puesto la importancia de nuestra especie por encima de todas las cosas. Erróneamente hemos considerado a la Tierra, sus ecosistemas y sus miles de partes orgánicas/inorgánicas como simples suministros que sólo tienen valor cuando satisfacen nuestras necesidades y deseos. Es urgente un cambio valiente de actitudes y actividades. Abundan los diagnósticos y recetas para curar la relación entre los humanos y la Tierra y aquí subrayamos la opinión visionaria, esencial para el éxito de todas las demás. Una nueva visión del mundo, anclada en la ecosfera planetaria, señala el camino.
Declaración de convicciones
Todos buscan el significado de la vida, una convicción sustentadora que asume distintas formas. Muchos buscan fes que ignoran o descartan la importancia de este mundo, sin darse cuenta del sentido profundo en que nacemos de la Tierra y que ella nos sostiene toda la vida. En la cultura industrial dominante hoy, la Tierra como hogar no es una impresión evidente. Pocos se toman una pausa a diario para considerar con asombro la matriz envolvente de la que venimos y a la que todos regresamos al final. Como somos sustancia de la Tierra, las armonías de sus tierras, mares y cielos y sus incontables organismos hermosos llevan ricos significados que apenas entendemos.
Estamos convencidos de que, hasta que se reconozca la ecosfera como el indispensable terreno común de todas las actividades humanas, las personas seguirán poniendo en primer lugar sus intereses inmediatos. Sin una perspectiva ecocéntrica que ancle sus valores y fines en una realidad mayor que nuestra propia especie, será imposible resolver los conflictos políticos, económicos y religiosos. Hasta que el estrecho enfoque en las comunidades humanas se expanda para incluir los ecosistemas terrestres (los sitios locales y regionales que habitamos), los programas para desarrollar formas de vida saludablemente sostenibles fallarán.
La humanidad tiene una herencia que por mucho tiempo no ha reconocido: un apego confiado a la ecosfera, una empatía estética con la naturaleza que nos rodea y un sentimiento de reverencia por el milagro de la Tierra viviente y sus misteriosas armonías. Al volver a darnos cuenta, con afecto, de nuestras conexiones con el mundo natural, éstas comenzarán a llenvar la brecha en las vidas del mundo industrializado. Los importantes propósitos ecológicos que la civilización y la urbanización han oscurecido resurgirán. La meta es restaurar la diversidad y belleza de la Tierra haciendo que nuestra pródiga especie vuelva a ser un miembro cooperativo, responsable y ético.
El porqué de este manifiesto Este manifiesto es geocéntrico. Exactamente es ecocéntrico, lo que significa centrado en nuestro hogar, en vez de ser biocéntrico, lo que significa centrado en un organismo. Su fin es extender y profundizar la comprensión de la gente sobre los valores principales del planeta Tierra como dador y sustentador de la vida: la ecosfera. Este manifiesto consiste en seis principios centrales que declaran los argumentos, más cinco principios de acción que se derivan de los primeros y señalan los deberes de la humanidad con la Tierra y con los ecosistemas geográficos que ésta abarca. Ésta es una guía para el pensamiento ético, la conducta y la política social. Durante el último siglo se han hecho avances en las actitudes científicas, filosóficas y religiosas hacia la naturaleza no humana. Elogiamos los esfuerzos de aquéllos cuya sensibilidad con una Tierra en deterioro ha hecho que su visión se oriente hacia fuera, al reconocimiento de los valores de las tierras, océanos, animales, plantas y otras criaturas. Sin embargo, por falta de una filosofía ecocéntrica común, mucha de esta buena voluntad se ha desperdiciado en cien direcciones diferentes. Ha sido neutralizada e inutilizada por una sola creencia profunda y arraigada: la que asigna el primer valor al Homo sapiens sapiens y, desde allí, a los otros organismos según el orden de su relación con el primero. El descubrimiento reciente de que la Tierra, la ecosfera, es un objeto de supremo valor, ha emergido de estudios cosmológicos, la hipótesis Gea, fotografías de la Tierra desde el espacio y, especialmente, el entendimiento ecológico. La realidad ecológica central para los organismos (más o menos 25 millones de especies) es que todos son terrícolas. Ninguno existiría sin el planeta Tierra. El misterio y milagro que llamamos vida es inseparable de la historia evolutiva, composición y procesos de la Tierra. Por tanto, la prioridad ética se desplaza más allá de la humanidad a su hogar terrestre. Este manifiesto plantea lo que creemos un paso esencial hacia una relación sostenible entre la Tierra y los humanos. |
La ecosfera, el globo terráqueo, es la fuente generadora de la creatividad evolutiva. Los organismos surgieron de los ecosistemas inorgánicos/orgánicos del planeta: primero células bacterianas y finalmente esas complejas confederaciones de células que somos los seres humanos. De ahí que los ecosistemas dinámicos, intricadamente expresados en todas partes de la ecosfera, excedan en valor e importancia a las especies que contienen.
La realidad y valor del ser ecológico o externo de cada persona ha atraído escasa atención en comparación con el pensamiento filosófico dedicado al ser interno de la humanidad, un enfoque individualista que desvía la atención de las necesidades ecológicas e ignora la importancia vital de la ecosfera. Este antropocentrismo, extendido a la sociedad como un interés por el bienestar de las personas solamente, es una doctrina de egoísmo de especie, destructiva para el mundo natural. El biocentrismo, que extiende la simpatía y la comprensión más allá de la raza humana y hacia otros organismos, marca un avance ético, pero su rango está limitado. No logra apreciar la importancia del "entorno" ecológico total. Sin prestar atención a la prioridad de la Tierra como un contexto, el biocentrismo regresa fácilmente a un antropocentrismo chovinista, porque, ¿quién entre todos los animales se considera comúnmente como el más inteligente y el mejor? El ecocentrismo hace énfasis en la ecosfera como el sistema primario, dador de vida más que mero sustentador de ella, lo que da el estándar al que la humanidad debe apelar para su guía futura.
Los humanos somos expresiones conscientes de las fuerzas generadoras de la ecosfera; nuestro "estar vivos" se experimenta como algo inseparable del calor del sol, el aire, agua, tierra y el alimento que otros organismos proporcionan. Como todos los demás seres vivos nacidos de la Tierra, una larga evolución nos ha "sintonizado" con sus resonancias, sus ciclos rítmicos, sus estaciones. El lenguaje, pensamiento, intuición, todos provienen directa o metafóricamente del hecho de nuestra existencia física en la Tierra. Más allá de la experiencia consciente, toda persona encarna una inteligencia, una sabiduría innata del cuerpo que, sin pensamiento consciente, le ayuda a participar como parte simbiótica de los ecosistemas terrestres. El entender la realidad ecológica de que las personas son terrícolas desplaza el centro de valor de lo antropocéntrico a lo ecocéntrico; del Homo sapiens al planeta Tierra.
La "integridad" se refiere a una condición de cabalidad, de plenitud, la capacidad de funcionar completamente. El estándar son los ecosistemas naturales, impulsados por la energía del sol, en su estado prístino; por ejemplo, una región productiva de la plataforma marina continental o una pluviselva en los días presedentarios, en que los humanos eran principalmente recolectores. Aunque esas épocas nadie puede recordarlas, sus ecosistemas (en cuanto podemos conocerlos) aún dan los únicos esquemas de sostenibilidad en la agricultura, explotación forestal y pesca. Las fallas actuales en todas estas actividades industrializadas muestran los efectos de deteriorar la integridad: pérdida de productividad y atractivo estético, junto con el desorden continuo de las funciones vitales de los ecosistemas.
La creatividad evolutiva y productividad continuada de la Tierra y sus ecosistemas regionales requieren que las estructuras clave y procesos ecológicos continúen. Esta integridad interna depende de la preservación de comunidades y sus infinitas formas evolucionadas de cooperación e interdependencia. La integridad depende de intricadas cadenas alimenticias y flujos de energía, de suelos sin erosión y del ciclo de materiales esenciales, como nitrógeno, potasio y fósforo. Es más: las composiciones naturales del aire, sedimentos y agua han sido factores integrales para los procesos y funciones de una naturaleza saludable. Su contaminación, junto con la explotación de componentes inorgánicos y orgánicos, debilita la integridad de los ecosistemas y las normas de la ecosfera, la fuente de la vida en evolución.
La historia natural es el relato del desarrollo de la Tierra. Los cosmólogos y geólogos narran los orígenes de la Tierra hace más de cuatro mil millones de años, la aparición de pequeñas criaturas marinas en sedimentos primitivos, el surgimiento de animales terrestres salidos del mar, la Edad de los Dinosaurios, la evolución con influencias mutuas de insectos y plantas con flores, y los mamíferos, de los que en tiempo geológico reciente vinieron los primates y la humanidad. Compartimos material genético y un linaje común con todas las demás criaturas que participan en los ecosistemas de la Tierra.Una narración tan cautivadora pone a la humanidad en su contexto. Los relatos del desarrollo de la Tierra a través de las eras demarcan nuestra coevolución junto a miles de organismos acompañantes por dependencia y no sólo por competencia. Los hechos de la coexistencia orgánica revelan los importantes papeles del mutualismo, la cooperación y la simbiosis en la gran sinfonía de la Tierra.
Los mitos y relatos culturales que moldean nuestras actitudes y valores nos dicen de dónde vinimos, quénes somos y adónde vamos en el futuro. Estos relatos han sido irrealistas: centrados en el hombre o en otros mundos. En contraste, la narración, basada en evidencias y orientada hacia fuera, de la historia natural de la humanidad (hecha de polvo de estrellas, dotada de vitalidad y sostenida por los procesos naturales de la ecosfer), no es sólo creíble, sino también más maravillosa que los mitos antropocéntricos tradicionales. Al mostrar a la humanidad en su contexto, como un componente orgánico del globo planetario, las narraciones ecocéntricas también revelan un propósito funcional y una meta ética: la parte humana al servicio del todo terrestre.
La ética concierne a esas actitudes y actos desinteresados que surgen de valores profundos; es decir, del esntido de lo que es fundamentalmente importante. Un aprecio profundo por la Tierra estimula un comportamiento ético hacia ella. La veneración de la Tierra llega fácilmente con las experiencias de la infancia al aire libre y en la edad adulta es promovida por la escogencia de un lugar para vivir, de modo que las formas terrestres y acuáticas, plantas y animales, se vuelvan conocidas, como vecinos. La visión ecológica del mundo y su ética, que encuentran los valores principales en la ecosfera, toman su fuerza de la exposición al mundo natural y seminatural, el ambiente rural en vez del urbano. La conciencia de nuestra posición en el mundo produce asombro, respeto y la decisión de restaurar, conservar y proteger las antiguas bellezas y maneras naturales de la ecosfera, que a lo largo de las eras han pasado la prueba del tiempo.
El planeta Tierra y sus variados ecosistemas, con su matriz de elementos (aire, tierra, agua y seres orgánicos) rodea y nutre a toda persona y toda comunidad, en un ciclo de dar la vida y tomarla de vuelta. La conciencia de uno mismo como ser ecológico, alimentado por el agua y por otros organismos, y como un animal en la profundidad del aire, que vive de la interfaz productiva, calentada por el sol, donde la atmósfera y la tierra se encuentran, da un sentido de conexión y reverencia por la abundancia y vitalidad de la naturaleza que nos sostiene.
Una gran revelación de la perspectiva geocéntrica es la sorprendente variedad y riqueza de los ecosistemas y sus partes orgánicas/inorgánicas. La superficie terrestre presenta una diversidad atrayente de ecosistemas árticos, templados y tropicales. Dentro de este mosaico global, las distintas variedades de plantas, animales y humanos dependen de la combinación circundante de formas de vida, suelos, aguas y climas locales. Así, la biodiversidad, la diversidad de los organismos, depende de mantener la ecodiversidad, la diversidad de ecosistemas. La diversidad cultural (una forma de biodiversidad) es el resultado histórico de ajustas las actividades, pensamientos y lenguajes humanos a ecosistemas geográficos específicos. Por tanto, todo lo que degrada y destruye los ecosistemas es un peligro biológico y cultural y una vergüenza. Una visión ecocéntrica del mundo valora la diversidad de la Tierra en todas sus formas, tanto humanas como no humanas.
Cada cultura humana del pasado desarrolló un idioma único, enraizado estética y éticamente en las visiones, sonidos, aromas, gustos y sensaciones de la parte específica de la Tierra que era su hogar. Tal diversidad, basada en el ecosistema, era vital: producía formas de vida sostenible en distintas partes de la Tierra. Hoy, los lenguajes ecológicos de los pueblos nativos, y la diversidad cultural que ellos representan, están en peligro, como las especies de los bosques tropicales, y por las mismas razones: el mundo se está homogeneizando, los ecosistemas se están simplificando, la diversidad está declinando y la variedad se está perdiendo. La ética ecocéntrica desafía la globalización económica actual que ignora la sabiduría ecológica que poseen las diversas culturas, destruyéndolas por utilidades a corto plazo.
Muchas de las injusticias en la sociedad humana se basan en la desigualdad. Como tales, abarcan un subconjunto de injusticias y desigualdades mayores que la humanidad ha causado en los ecosistemas y especies de la Tierra. Con sus formas extendidas de comunidad, el ecocentrismo resalta la importancia de todos los componentes interactivos de la Tierra, incluyendo muchos cuyas funciones prácticamente se desconocen. Así se establece el valor intrínseco de todas las partes de los ecosistemas, orgánicas e inorgánicas, sin prohibir su uso cuidadoso. El estándar es "Diversidad con Igualdad": una ley ecológica basada en el funcionamiento de la naturaleza, que proporciona una norma ética para la sociedad humana.
Los ecologistas sociales critican justamente la organización jerárquica en las culturas, que discrimina a los que no tienen poder, en especial las mujeres y los niños. El argumento de que el progreso hacia una vida sostenible sólo será posible cuando el avance cultural resuelva las tensiones resultantes de la injusticia social y desigualdad sexual es correcto hasta donde abarca. Lo que no logra considerar es la rápida degradación actual de los ecosistemas terrestres, que incrementan las tensiones entre las personas mientras retarda las posibilidades de una vida sostenible y de la eliminación de la pobreza. Los asuntos de justicia social son importantes, pero no pueden resolverse hasta que se detenga el desangramiento de los ecosistemas poniéndoles fin a las filosofías y actividades antropocéntricas.
Los poderes creadores de la ecosfera se expresan a través de sus flexibles ecosistemas geográficos. Por tanto, como prioridad, la filosofía ecocéntrica exige preservar y restaurar los ecosistemas naturales y las especies que los componen. Dejando a un lado los choques destructores con cometas y asteroides, la cambiante inventiva de la Tierra continuará por millones de años, obstruida sólo donde los humanos han destruido ecosistemas completos exterminando especies o contaminando los sedimentos, agua y aire. La oscuridad permanente de la extinción quita hilos de la red orgánica, reduciendo la belleza de la Tierra y el potencial para el surgimiento futuro de ecosistemas únicos y sus organismos acompañantes, algunos posiblemente con sensibilidad e inteligencia mayores a las humanas.
"La primera regla de una reparación inteligente es salvar todas las partes" (Aldo Leopold - Sand County Almanac). Las acciones que deshacen la estabilidad y salud de la ecosfera y sus ecosistemas deben identificarse y condenarse públicamente. Entre las actividades humanas más destructivas están el militarismo y sus enormes gastos, la minería de materiales tóxicos, la producción de venenos biológicos en todas sus formas, y la producción agraria, pesquera y forestal en su forma industrial. A menos que se detengan tecnologías letales como éstas, justificadas como algo necesario para proteger poblaciones humanas específicas, enriquecer los intereses especiales de las corporaciones y satisfacer los deseos más que las necesidades humanas, llevarán a desastres ecológicos y sociales aún mayores.
Una causa principal de la destrucción de ecosistemas y extinción de especies es la sobrepoblación humana, que de lejos excede los niveles ecológicamente sostenibles. La población total del mundo, actualmente en 6.500 millones, aumenta inexorablemente en 75 millones al año. Cada humano adicional es un "usuario" del ambiente en un planeta cuya capacidad para sostener a todas sus criaturas está limitada por el tamaño. En todas partes, la presión numérica sigue minando la integridad y el funcionamento generador de los ecosistemas terrestres y acuáticos. Nuestra monocultura humana está abrumando y destruyendo las policulturas naturales. En todos los países debe reducirse la población mundial reduciendo las concepciones.
La ética ecocéntrica que valora la Tierra y sus sistemas evolucionados por encima de las especies condena la aceptación social de la fecundidad humana ilimitada. La necesidad presente de reducir nuestros números es mayor en los países prósperos, donde el uso per cápita de energía y materiales de la Tierra es mayor. Un objetivo razonable sería reducir el nivel de población hasta donde estaba antes del uso extendido de combustibles fósiles; es decir, mil millones o menos. Esto se logrará por medio de políticas inteligentes o por plagas, hambrunas y guerras inevitables.
La mayora amenaza a la diversidad, belleza y estabilidad de la ecosfera es la apropiación creciente de los bienes del planeta para usos humanos exclusivos. Esta apropiación y abuso, a menudo justificados por la sobrepoblación, les roba el sustento a otros organismos. La egoísta visión antropocéntrica de que los humanos tienen derecho a todos los componentes de los ecosistemas (aire, tierra, agua, organismos) es moralmente censurable. A diferencia de las plantas, los humanos somos heterótrofos (nos alimentamos de otros) y debemos matar para comer, vestirnos y refugiarnos, pero esto no nos da permiso para saquear y exterminar. El consumo acelerado de las partes vitales de la Tierra es una receta para la destrucción de la ecodiversidad y biodiversidad. Las naciones prósperas, armadas con tecnología poderosa, son los mayores transgresores y los mejor capacitados reducir el consumo y compartir con los que tienen menores estándares de vida, pero ninguna nación está libre de culpa.
Debe renunciarse a la ideología de un mercado en eterno crecimiento, así como a las perversas políticas industriales y económicas basadas en ella. La tesis de límites al crecimiento es sensata. Un paso racional para detener la expansión económica explotadora es terminar con los subsidios públicos a las industrias que contaminan el aire, tierra o agua y/o destruyen los organismos y suelos. Una filosofía de la simbiosis, de vivir dependientemente como miembros de las comunidades terrestres, asegurará la restauración de los ecosistemas productivos. Para la economía sostenible, los modelos guía son cualitativos, no cuantitativos. "Protege la salud, belleza y permanencia de la tierra, agua y aire, y la productividad se cuidará sola." (E.F. Schumacher - Small is Beautiful)
Los conceptos antropocéntricos de gobierno, que apoyan la sobreexplotación y destrucción de los ecosistemas terrestres, deben reemplazarse por los que beneficien la supervivencia e integridad de la ecosfera y sus componentes. Se necesitan defensores de las estructuras y funciones vitales de la ecosfera como miembros influyentes de los cuerpos gobernantes. Estos "ecopolíticos", conocedores de los procesos de la Tierra y de la ecología humana, hablarán por los que no tienen voz. En los centros actuales de poder, ¿quién habla por el lobo?; ¿quién por la pluviselva? Estas preguntas tienen un significado más que metafórico; revelan la necesidad de salvaguardar legalmente los múltiples componentes no humanos de la ecosfera.
Se necesita un cuerpo de leyes ambientales que confiera una existencia legal a las estructuras y funciones vitales de la ecosfera. En todos los países deben elegirse o designarse personas ecológicamente responsables. Habrá defensores apropiados cuando los ecosistemas y sus procesos fundamentales se vean amenazados. Los asuntos se resolverán sobre la base de la preservación de la integridad ecológica y no de la ganancia económica. Con el tiempo surgirán nuevos cuerpos de leyes, políticas y administración que encarnen la filosofía ecocéntrica junto con métodos ecocéntricos de gobierno. Se necesitará que la implementación sea paso a paso en un largo recorrido a medida que la gente pruebe maneras prácticas de representar y asegurar el bienestar de las partes esenciales y no humanas de la Tierra y sus ecosistemas.
Trasfondo histórico Este manifiesto da un marco unificador para anteriores ideas ambientales y éticas que, aunque son mayormente biocéntricas, muestran tendencias ecocéntricas. Tres ejemplos: a) La Plataforma Ecológica Profunda desarrollada en 1984 (y revisada en 2000) por Arne Naess y George Sessions. Aunque sus primeros cuatro principios indican una posición más biocéntrica que ecocéntrica, el movimiento de Ecología Profunda ha defendido la creatividad de toda la naturaleza, considerando a los organismos y ecosistemas naturales mucho más importantes que como simples proveedores de recursos para la humanidad. b) La Carta Mundial de las Naciones Unidas por la Naturaleza, escrita en 1982. Aunque comienza bien, señalando que la vida depende del funcionamiento ininterrumpido de los sistemas naturales, luego procede a resaltar la utilidad para la humanidad como la primera razón para cuidar la Tierra. c) La Carta de la Tierra, publicada en marzo de 2000, es una declaración ambiental admirable. Es de elogiar que los dos primeros principios: "Respetar y Cuidar la Comunidad de la Vida" e "Integridad Ecológica" estén puestos por encima de las metas claramente humanas. Conecta el mantenimiento de la biodiversidad y la recuperación de especies en peligro con la protección de la Tierra y sus ecosistemas. En este manifiesto subrayamos sobre todo los valores principales de la Tierra. |
Quienes concuerdan con los principios anteriores tienen el deber de difuncir la palabra por medio de la educación y el liderazgo. La tarea inicial urgente es concientizar a todos de su dependencia funcional de los ecosistemas terrestres, así como de sus lazos con las demás especies. Le sigue un cambio de enfoque hacia fuera, del antropocentrismo al ecocentrismo, lo que da un regulador ético externo para la actividad humana. Este cambio señala lo que debe hacerse para perpetuar el potencial evolutivo de una ecosfera hermosa. Revela la necesidad de participar en actividades comunitarias por la Tierra. Cada uno representaría una parte personal en el sostenimiento de la maravillos realidad que nos rodea.
Este manifiesto ecocéntrico no es antihumano, aunque rechza el antropocentrismo chovinista. Al promover la lucha por valores permanentes (una cultura de dependencia y simbiosis con este solitario planeta viviente) proporciona un enfoque unificador. La perspectiva opuesta, la que mira hacia dentro sin comprender lo externo, es un peligro constante, como demuestran las ideologías, religiones y sectas humanistas en guerra. Difundir el mensaje ecológico, con énfasis en la realidad externa compartida por la humanidad, abre un camino nuevo y prometedor hacia la comprensión, cooperación, estabilidad y paz internacionales.
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