Tener hijos es un crimen (en alguien racional), tú que puedes elegir, no impongas la carga de la vida a quien está en la paz de la nada. Los verdaderos mandamientos: Uno, no te reproduzcas que no tienes derecho, nadie te lo dio; no le hagas a otro el mal que te hicieron a ti sacándote de la paz de la nada, a la que tarde que temprano tendrás que volver, comido por los gusanos o las llamas. ... segundo y tercer mandamiento en la web de Fernando Vallejo: www.youtube.com/maestrovallejo
domingo, 8 de agosto de 2021
Citas celebres de Gandhi (Antinatalistas)
viernes, 6 de agosto de 2021
EMIL CIORAN - CITAS
No haber nacido, de sólo pensarlo, ¡qué felicidad, qué libertad, qué espacio!
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La única, la verdadera mala suerte: nacer.
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E. M. Cioran Del inconveniente de haber nacido
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Tres de la mañana. Percibo este segundo, después este otro; hago el balance de cada minuto. ¿A qué viene todo esto? A que he nacido. De cierto tipo de vigilias viene la inculpación del nacimiento.
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«Desde que estoy en el mundo», ese desde me parece cargado de un significado tan espantoso, que se torna insoportable.
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No corremos hacia la muerte; huimos de la catástrofe del nacimiento. Nos debatimos como sobrevivientes que tratan de olvidarla. El miedo a la muerte no es sino la proyección hacia el futuro de otro miedo que se remonta a nuestro primer momento. Nos repugna, es verdad, considerar al nacimiento una calamidad: ¿acaso no nos han inculcado que se trata del supremo bien y que lo peor se sitúa al final, y no al principio, de nuestra carrera? Sin embargo, el mal, el verdadero mal, está detrás, y no delante de nosotros. Lo que a Cristo se le escapó, Buda lo ha comprendido: «Si tres cosas no existieran en el mundo, oh discípulos, lo Perfecto no aparecería en el mundo...» Y antes que la vejez y que la muerte, sitúa el nacimiento, fuente de todas las desgracias y de todos los desastres.
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La imposibilidad de encontrar un solo pueblo, una sola tribu donde el nacimiento provoque duelo y lamentación, prueba hasta qué punto la Humanidad se encuentra en estado de regresión.
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Rebelarse contra la herencia, es rebelarse contra millones de años, contra la primera célula.
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Nunca estoy a gusto en lo inmediato, sólo me seduce lo que me precede, lo que me aleja de aquí, los innúmeros instantes en que yo no fui: lo no-nato, en suma.
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Se que mi nacimiento es una casualidad, un accidente risible, y, no obstante, apenas me descuido me comporta como si se tratara de un acontecimiento capital, indispensable para la marcha y el equilibrio del mundo.
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Haber cometido todos los crímenes: salvo el de ser padre.
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Me gustaría ser libre, inimaginablemente libre. Libre como un ser abortado.
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La única, la verdadera mala suerte: nacer. Se remonta a la agresividad, al principio de expansión y de rabia aposentado en los orígenes, en el impulso hacia lo peor. No es de extrañar que todo ser venido al mundo sea un maldito.
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Días milagrosamente cuajados de esterilidad. Y yo, en vez de alegrarme, de cantar victoria, de convertir esa sequedad en fiesta, de ver un ejemplo de mi realización y madurez, de mi desapego, me dejo invadir por el despecho y el mal humor: así de tenaz es en nosotros el hombre viejo, la chusma turbulenta incapaz de hacerse a un lado.
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«Todo es dolor», esta fórmula budista modernizada daría: «Todo es pesadilla.» De la misma manera el nirvana, llamado a poner término a un tormento más generalizado, dejaría de ser un recurso reservado sólo a algunos, para tornarse universal como la pesadilla misma.
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No me perdono el haber nacido. Es como si, al insinuarme en este mundo, hubiese profanado un misterio, traicionado algún compromiso de magnitud, cometido una falta de gravedad sin nombre. Pero a veces soy menos tajante: nacer me parece una calamidad que, de no haberla conocido, me tendría inconsolable.
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